Caminando entre fresas. {Ariana}

Un día como cualquiera, pérdidas de tiempo por montón, pero hoy día iría a trabajar en los parrones de fresas. No era la primera vez que lo hacía, prefería entrenar, desenvolverme con mi espada Jenioux Paralé. Pero bueno, era lo que había, Quirón me había pedido que lo hiciera... Lo desafié, como a todo el mundo, pero finalmente obedecí. Así lo hacía siempre, desafiaba a los Dioses, a los campistas, a mis superiores, pero finalmente siempre los obedecería, porque sabía bien que nada de esto terminaba por ser un juego.

Caminé hacia los campos de fresas, con la mirada fija y en alto. Caminando siempre con prolijidad y elegancia, con la espalda derecha, cada mano a su respectivo lado. En todo mi cuerpo se veían cicatrices, algunas recientes, rojas al sol, otras del color de la piel, unas líneas que hacían mi piel preciosa, las huellas y piel de una guerrera. Entrenando y entrenando ellas hacían su entrada, sin miedo, con valentía, eran las huellas y constancia de todo el esfuerzo diario. Aún no conseguía entrenar con algún chico, ¿quién querría entrenar con una chica? Pero uno a uno iría desafiando a los nuevos a venir, a todos los hijos de Ares como pudiera.

Llegué a dónde pretendía, en mis manos sujetaba un balde para las fresas, y una botella de agua a la otra, para ir limpiándolas. Éstas servirían para hacer mermelada, jugo y en su propio estado de fruta, para los desayunos, los almuerzos y las cenas. Siempre servían las frutas, yo nunca había ayudado a cultivarlas, porque no llevaba tanto tiempo en el campamento, pero sí había venido a regarlas, y ahora venía a cosechar tantas como pudiera. Esperaba que hubiesen más campistas, para no tener que hacer esto sola. Sería muy pesado y perdería todo mi día.

No llevaba armadura porque no era necesario, pero mi anillo en mi dedo anular en la mano derecha siempre estaba ahí. Ahí guardaba mi espada de oro mezclada con Bronce Celestial y su empuñadura hecha de oro. En cuánto llegue a los campos de fresas vi que estaba vacío. - Siempre me lo deja todo a mí. - Me quejé en un suspiro, refiriéndome a Quirón. Rodeé los ojos y comencé por la primera hilera de las matas de fresas. Montón por montón iba llenando el balde, las iba limpiando, lo hacía todo de modo calmado pero procurando tener eficiencia, hoy día sería bastante largo y agotador.

Así me la pasé cuatro horas, sacando, limpiando y guardando. El balde ya estaba suficientemente lleno. Dejé el balde sujeto a un árbol, y fui al almacén, saqué una caja de madera, donde cabrían más de cincuenta baldes. Traje la caja, arrastrándola por el piso y llegué hasta el balde, vacié las fresas en la caja y entonces teniendo el balda vacío y disponible nuevamente, me dispuse a seguir usándolo. Antes de darme cuenta, seguí llenando el balde con fresas. El agua comenzaba a hacerse escaso, pero no era problema. Agrandé las proporciones de éste con rapidez. Había aprendido a hacer aquello hace poco, era realmente útil. Sentí la presencia de alguien. Suspiré por lo bajo, mientras seguí haciendo mi tarea. - ¿Te puedo ayudar en algo? - Pregunté sin preocuparme en girar a mirar quién o qué era.

La chica también dio su opinión. Ella dijo que los días soleados también, claro por ser hija de Apolo, ¿o no? A mí de preferencia los días de lluvia, aunque no me preguntes por qué. No es que yo sea una amargada, pero no sé... Tal vez en mí caso tenga que ver con el agua... Soy hija del Dios del mar al fin y al cabo. Antes de darme cuenta, había llenado ya otro balde. Supe que ya no terminaríamos y no teníamos por qué hacerlo. Llevábamos más de diez metros de largo de cosecha de matas de fresas. Habíamos hecho mucho más de lo que habrían hecho todos individualmente.

No teníamos por qué sobre explotarnos. Ya le informaríamos a Quirón. Yo estaba con ganas de entrenar, por más que estaba un poco cansada. No sé si ella andaba con ganas. - Creo que ya hicimos suficiente. Nadie habría hecho individualmente lo que hizo cada una de nosotras. Mañana a primera hora podemos ir a reportarle a Quirón, ¿no te parece? Yo digo que ahora descansemos un rato y después nos pongamos a entrenar. - Propuse a la chica. Me había caído bien, no era de ésas al estilo Afrodita que todo lo veía rojo. Sabía hacer valer perfectamente su opinión, pero de modo humilde y sincero.

Dejé mi balde caer en el camino de arena. Vaciamos con Ariana su balde para que no quedara fuera ni una fresa de la caja de madera, ésta sorprendentemente estaba casi rebalsada. Me ofrecí para ir a la bodega de los establos a guardar la caja, ahí estaría segura hasta mañana, cuando le mostráramos a Quirón lo que hicimos nosotras solas ya que nadie más se dignó a venir. Qué par de flojos en el campamento... Yo ya estaba a punto de recomendar a Dioniso y a Quirón que los expulsara, pero era como dejarlos morir como unos indigentes.

Me di cuenta de que ya habían encendido la hoguera. Fui hacia allá, ya había comida y algunos campistas. Les miré de reojo. Saqué jamón, queso, frutillas, pan, jugo de naranja, agua, pudin de manzana, pie de limón, queques rellenos con mermelada de ciruela. Saqué parte de mi plato para dárselo a mi Padre. Lo dejé caer a la hoguera. Sabía que muchos me miraban, todos ya habían hecho ése rito, pero yo cumplí con él aunque fuera tarde. Había sacado mucha comida... Pero en verdad no era sólo para mí y yo no sabía si a Ariana le gustaba comer mucho. Yo era de las que comía poco, pero justo ahora tenía mucha hambre.

Sin vergüenza alguna, saqué una amplia bandeja. Vi a mi hermano Percy ahí, le sonreí de lado, con ojos de 'después te cuento' y me marché de vuelta a los campos de Fresas. Llegué a los minutos. Me había tardado unos quince, pero vi a Ariana recostada contra un árbol. Le sonreí. Fui donde ella y dejé la bandeja en el pasto. Saqué un vaso de jugo y lo alcé hacia ella - A tu salud, Ari. - Dije para entonces volverlo a mis labios y beber un poco de ésta. - Te lo mereciste, has aportado mucho con la recolecta de fresas. Provecho. - Le felicité aún sonriendo.

Tomé un par de frutilla y me las echaba a la boca una por una, masticándolas despacio. Mi paladar se inundaba del sabor de frutilla. Delicioso. Nada mejor que la fruta para saciar mi hambre.