Sólo es cosa de tiempo. {Melanie}

Llegaba el mediodía, en el campamento nos hacían almorzar a ésa hora para que la tarde fuese más larga. No solía comer a ésos horarios pero ya estaba acostumbrada. Entré al comedor sola, como casi siempre me la pasaba cada vez que no era para hacer un trabajo que nos ordenaba Quirón, o para algún juego de los que se realizaban en el campamento.

Una vez que ya me serví lo que me apetecía comer, busqué una mesa que estuviese vacía. No fue fácil, pero justo recién dos campistas habían desocupado una, así que ahí me senté. Era una mesa más pequeña, porque era sólo para dos, pero ahora sólo me sentaría yo y veía difícil que alguien se quisiera sentar al lado mío. Tampoco es que fuese muy amigable con la gente. Lo que más rabia me daba era que ningún chico se animase a pelear conmigo porque era una chica. Probablemente me veían débil, cosa que me enojaba aún más. Yo quería probar lo contrario pero ¿cómo? Si los hijos de Ares se negaban a pelear conmigo. Probablemente tendría que atacarlos y retarlos en el nombre de su padre, pero eso ya lo vería más tarde. Esperaba que algún día pelear conmigo fuese un honor y no una vergüenza, porque ni siquiera me habían visto desenvolverme con mi espada.

Sólo que no quería decir que me estaba acostumbrando a ello, no me daría por vencida tan rápido. O sea... Vamos, tengo mi dignidad.

Comencé a comer lo que era puré de papas con carne de toro. Me levanté de la mesa con mi plato en mano y boté al basurero la carne de toro. Vegetariana. Sí... Es raro, me debería adaptar pero ¡no puedo! ¡¿Cómo comer a un animal que no le hizo daño a nadie, llegan, lo matan y se lo comen?! No. Mejor lo botaba así otro campista no lo masticaba con sus colmillos desesperados por llenarse de comida para entonces seguir con su día.

Volví a mi mesa, para entonces encontrar a una chica sentada en la silla que había desocupada en mi mesa. - Vaya... No sabía que tendría compañía. - Murmuré mientras me volví a sentar, depositando mi plato de vuelta en la mesa.

Enarqué una ceja mientras comenzaba a comer el puré lentamente. Escuché lo que ella dijo y en seguida me reí. - Eso es cierto, así que por lógica no eres hija de Afrodita. Yo soy Loucie, hija de Poseidón. Y... No, compartir mesa no es malo, sólo que no sabía que lo tendría que hacer. - Respondí en tono relajado. Sería, espero, un agradable almuerzo inesperado, a menos que la muchacha comenzara a decir cosas sobre mi padre, o algo que me molestara mucho. No éramos hermanas, de eso estaba segura porque no la había visto en la cabaña, y de ser hermana tendría que ser nueva y recién llegada, pero también sería raro... O sea ¿qué tipo de nuevo estará comiendo en su primer día como si nada en el comedor? Pero bueno, cada loco con su tema, como suelen decir.

Recordé a León, él era hijo de Afrodita y me había dicho mucho de cómo a los hijos de Afrodita los prejuzgaban, pero no negaba que de verdad algunas eran como se las mira. No lo sé, para mí todas las chicas de Afrodita en el Campus ven todo de color rosa, claro excepto León, y tal vez hay algunas de ellas que no son así, pero a la simple vista ésa es mi conclusión. - No sé por qué me serví tanto puré, si no lo comeré todo. - Dije en tono medio-broma. Ya me veía que lo pasaríamos bien en éste almuerzo, pero con alguien que recién conoces nunca se puede estar seguro.

La chica hacía una buena plática, ahí es cuando estuve segura de que tendría una buena acompañante. Sus palabras también lo decían, se daba a entender como que ella no era mala compañía. Sonrió y yo le correspondí, no sé por qué, pero no me molestaba el modo en el que lo dijo. No sonaba egocéntrico, sin embargo sincero. Comí lentamente otro poco de puré. Inapetente, como siempre. No estaba para nada malo, pero no sé... Nunca había sido una chica muy hambrienta. Tan pronto como me di cuenta de toda la comida que estaba en la bandeja de la chica, ella me pidió mi puré, o parte de éste, ya que yo había comentado de que no me lo comería todo.

Sonó algo tímido, yo sonreí en una pequeña risa. - Ah, ¡claro! Si ya te dije, soy de las que come poco. ¿O no te lo dije? - Esbocé una sonrisa más. Levanté mi plato, y le vacié tres cuartos del puré, para yo dejarme un poco y comer algo que fuera. - Si quieres más, me dices. - Le ofrecí mientras me giré para mirar a las hijas de Afrodita, que ya nos miraban feo. - Puedes comer todos los días conmigo si quieres, porque siempre dejo comida, así nadie te mira mal, y comes todo lo que quieras. - Dije en tono de broma, pero se daba a entender perfectamente que la propuesta iba en serio.

Le seguí la mirada a una hija de Afrodita que iba entrando al comedor. Juraba que todo el mundo la miraba, que el mundo dependía de ella. Se acomodaba el cabello, quería hacer como que el viento se lo agitaba en el aire. Patético. Bufé y volví a meterme puré a la boca. Miré a Mel con una sonrisa burlona en el rostro. Volví mi vista a la chica rosa, y ella ya traía su bandeja, llena de comida con pocas calorías, súper light y saludable. Repito, patético.

De pronto me fijé en la mesa de Ares, iba pasando por ahí, alguien le tendió un pie y ella cayó de cabeza hacia el piso. Se armó la de risas en el comedor. Ella había apoyado sus manos y logró amortiguar la caída. Una de sus hermanas corrió a ayudarla, pero de lejos, para no ensuciarse. Le gritaba con tono pito, o chillón. Ésta se terminó de levantar, las carcajadas no cedían. Miró a todo el mundo, por lo menos había conseguido la atención de todo el mundo, pero no del modo que ella esperaba. ¡Intento fallido! Siguió caminando, las burlas seguían. Yo también estaba ahogándome de la risa. ¡¡Épico!!