The sun makes me sleep [libre]

Como era de esperarse y de absoluta naturaleza en mi salí de la cabaña con demasiado sueño, me sentía como un zombie, caminaba por el simple hecho de caminar. Estaba tan adormilado que no sabía para dónde me llevaban los pies, sólo me limitaba a avanzar... me quedaría en el lugar donde se me ocurriera parar o donde chocara con algo y cayera al suelo. Los minutos pasaban y yo continuaba andando con los pies a rastras causando que más de una persona se diera media vuelta a verme. Me daba igual, estaba en la naturaleza humana el curiosear cuando ve algo que no es cotidiano o que le llama la atención según sus gusto y espectativas de vida.
De pronto sentí sombra en mis ojos, por los que ahora sí los abrí de forma adecuada: estaba en la colina mestiza. Sonreí medio satisfecho como si hubiera encontrado un tesoro en medio del triángulo de las bermudas. Caminé ya más normal y me senté en el césped para poder sentir el aire fresco pasar por mi cara, ayudándome un poco a despertar.
-Sol me facit somnum-murmuré ya rendido a lo que me causaba a veces el sol, principalmente el día en sí. Mi hábitat es la noche, donde todos duermen y sueñan. Sueños, pesadillas, mi mundo. "El sol me hace dormir", eso musité en latín a la vez que estiraba mis brazos sobre mi cabeza y me dejaba caer hacia atrás.
El césped era agradablemente suave acá en el campamento Half-Blood, como si fuesen sábanas de seda. Tan suave, tan suave... Cerré mis ojos cayendo en un sueño ligero decorado por arte abstracto.

Genial, otro día de miseria en el campamento, ojala algún día pudiera terminar mi misión aquí, ya no aguantaba ver como los semi-dioses se divertían cuando no sabían lo que estaba pasando fuera, ¿Cómo podían divertirse con el peligro sobre ellos?
Había veces en que no lograba comprenderlos, por eso era el hecho de que yo no tenía amigos, pero no me importaba, es mejor estar solo que mal acompañado.

Salí de la cabaña de Hades con las manos frías, la cabaña de Hades era casi un refrigerador, me gustaba, pero a veces también yo necesitaba un poco del sol. Caminé buscando un buen lugar con sol. Había pensado ir a la playa, pero no quería tener mucho contacto con el agua, solo por pura precaución me alejaba de ella, así que lo más seguro era ir a la colina mestiza, al menos tendría un poco de tranquilidad.

Caminé evitando las miradas de los campistas, escuchaba cosas que gritaban como “chica zombie” o “gasparín” pero los ignoraba por completo, no quería que todo el plan se arruinara por una bola de campistas idiotas que no tenían otra cosa mejor que hacer.

A lo lejos vi que un chico también se encaminaba a la colina mestiza, aunque lo más profundo de mí quería estar sola, si no se podía de otra, tendría que compartirla, como todo lo demás.

Avancé hasta quedar a 3 metros de distancia del chico acostado, no quería interrumpir, no me gustaba, así que intenté acostarme sin hacer mucho ruido, pero no lo conseguí completamente, porque las hojas comenzaron a sonar. Intenté no dirigir la mirada al chico, me acosté y miré el cielo, silenciosamente.

Líneas de colores de una rara sustancia se escurrían por mi mente, al mismo tiempo que cuerpos deformes, algunos horrendos y otros casi divinos, rostros que he visto por ahí en el campamento, sonidos ambientales y voces, fondo blanco, luego negro, nuevamente blanco para acabar en cualquier otro o en todos. Mi sueños solían ser extraños al igual que yo, por eso no era como esas personas que disfrutan contándolos... esos sueños que infunde mi padre y que decoran mis hermanos, entre ellos Morfeo, mi hyung, con el que mejor me llevaba.
El crujir de unas hojas a unos metros de distancia hizo que todas las imágenes abstractas de mi mente se borraran con velocidad. Fruncí el ceño molesto por tener que abrir los ojos nuevamente a plena luz del día, me senté y miré el lugar de donde había brotado dicho ruido.
-¿Quién se supone que eres?-pregunté como si nada. Mi tono de voz era suave, ligero, al igual que mi volátil caminar... Pero mi mirada era intensa, llena de potencia y de misterios.
La persona resultaba ser una muchacha de intenso cabello oscuro. Continué mirándola en busca de una respuesta digna al mismo tiempo que el viento me despeinaba un poco, me limité a soplar el mechón de cabello que había quedado sobre mis ojos.