Admirando la majestuosidad de los Equinos [Libre]

Aburrida, estaba completamente aburrida desde que mis pies habían tocado el piso helado de la cabaña. Mi compañero de cabaña no era para nada la mejor persona con la cual dialogar, lo único que salía de su boca era como jugar mitomanía de la mejor manera posible y no había como callarlo, una vez que empezaba a explicarte el poder de un dios no había ni como salir de ahí. Me alegré al ver que el no se encontraba en la cabaña, por lo menos había algo para festejar este día.

Había llegado hace poco tiempo, aún no conocía el lugar a fondo, necesitaba conocerlo, más por lo que llegará a hacer en un futuro de acuerdo con el plan, ¿Qué me había dicho Luke?.... Encuentra todas las salidas del campamento, en una de esas está tu casa.

Salí de la cabaña, cerrándola con cuidado evitando las miradas de los campistas, aunque me gustaba no pasar desapercibida, a veces molestaba mucho que te miraran como si fueras un bicho raro, aunque lo era, pero me sentía mucho mejor siéndolo a ser una chica más de esa bola de ignorantes semi-dioses que no saben ni la verdadera razón por lo que están aquí.

A lo alto escuché en el cielo el sonido más hermoso, era un Pegaso sin duda. Envidiaba a los demás semi-dioses por poder montar los pegasos con suma facilidad, yo no podía durar ni 2 minutos en el cielo, Zeus me desterraba sin piedad alguna, me enfurecía, pero habían cosas mejores que un Pegaso ¿no?.

Caminé hacia los establos, había estado antes allí cuando me habían dado el recorrido rápido de bienvenida, pero no lo había visto a detalle. Quizá fuera la clase de chica que nada le parece hermoso, pero el establo era distinto a como la primera vez lo había visto. Era inimaginable un lugar tan hermoso dentro de este campamento basura, los caballos estaban allí, sus movimientos hacían sentir un poco, solo un poco de paz en el ambiente, como si fueran capaces de eliminar lo malo.

Los caballos corrían, quería seguirlos, mi instinto me hacía correr hacia ellos, pero me contuve, eso no era una cosa madura, sería una estupidez de mi parte comportarme de aquel modo. Suspiré y me di vuelta viendo que no era la única en el lugar, en la madera había un chico, sobresalía a los demás del campamento, de seguro otro chico que se cree un dios, un hijo de afrodita.

Caminé hasta quedar a su lado sin decir palabra alguna, así era yo, aunque quisiera entablar una conversación no podía, se me daba más andar siempre en sigilo.